Vivimos tiempos movidos a nivel mundial. En todos los rincones del planeta están sucediendo cosas que están comenzando a hacer que más y más gente salga a protestar en las calles. Desde el 15 M, pasando por la primavera árabe, le revuelta en Cataluña o las protestas en distintos países de Latino América nos muestran los procesos sociales por los que estamos pasando.
Sin embargo, ¿están teniendo todas estas protestas un real efecto? Es algo difícil de medir. Mi opinión personal es que en realidad este tipo de situaciones tienen un efecto muy poco apreciable, especialmente en estos tiempos. La indignación de la gente por lo que sucede a nivel político, económico y social les echa a la calle. Se sale a protestar, a enfrentarse a los policías, a destruir en ocasiones el mobiliario urbano... Los estados contienen las protestas con los cuerpos de seguridad mientras que miden la tensión de la gente. Generalmente estas protestan duran días, en los mejores casos semanas, pero finalmente se acaban apagando y pasan a formar parte de la hemeroteca y la memoria del pueblo. Los estados continúan su política y a la gente sólo le queda aguantar y la frustración posterior...
Este es el punto en el que hay que reflexionar y pensar con la cabeza. La lucha ha de ser más inteligente, ordenada, constante y pacífica. Salir a las calles a protestar y generar violencia, pudo funcionar en el pasado, pero hoy en día, es algo que no tiene un efecto trascendental. ¿Entonces cómo ser más efectivos en nuestro propósito de hacer cambiar las cosas? La sociedad tiene un gran poder de transformación, pero hay que hacerlo de forma unida y organizada. Como dije antes, no se trata de hacer una guerra, sino más bien de generar un movimiento que sea global, inteligente y pacífico. Para ello el desarrollo del sistema y la tecnología nos ha dado la herramienta perfecta para generar este movimiento: El Consumo.
Hoy día, el mercado es lo que rige la economía, la economía rige la política, y la política somete a la sociedad. Así, si la sociedad se da cuenta de que en realidad no está al final de la cola sino al principio, puesto que son los consumidores, existe una posibilidad de cambio transcendental que puede darse en pocos años. El capitalismo ha puesto al consumidor en la cúspide de la pirámide de su sistema. Lo que el consumidor decida, es hacia dónde va el mercado y por lo tanto la economía y la sociedad. Las empresas de marketing invierten fortunas en, no sólo conocer los comportamientos del consumidor, sino en cómo influenciarle en sus compras. La mayoría de las estrategias de marketing están pensadas para tocarnos emocionalmente. No obstante, el consumidor está cambiando, y cada vez piensa más qué es lo que compra y en qué invierte su dinero. Esto es una consecuencia de nuestra evolución como seres humanos. Estamos pasando de ser tan emocionales, a ser cada vez más racionales. Es por esto que en nosotros reside un gran poder de transformación de la sociedad si es que cambiamos nuestros hábitos de consumo y auditamos bien hacia dónde va el dinero que gastamos en nuestras compras. Nunca fue tan importante tomar responsabilidad en este sentido y saber qué y a quién financiamos con nuestras compras. Por ejemplo, hoy en día sabemos que la mayor parte del plástico que existe flotando en el mar proviene de la marca Coca-Cola. El desastre ecológico del plástico tienen nombre y apellidos, pero no podemos obviar la responsabilidad que tienen los consumidores de sus productos. Así Coca-Cola es corresponsable del desastre ecológico junto con todas las personas que compran sus productos. Si cada individuo, que alguna vez ha comprado o compra estos productos, tomara consciencia y responsabilidad de su papel en el desastre, dejaría de consumir estos productos a menos que el fabricante tomara al responsabilidad correspondiente e hiciera algo al respecto. Qué millones de consumidores en el mundo tomen responsabilidad es más probable a que este tipo de empresas muevan un dedo para solucionar el problema. La clave es que el consumidor deje de comprar. Si deja de comprar sus departamentos de marketing activarían los mecanismos necesarios para saber porqué sus ventas caen estrepitosamente, y es sólo entonces cuándo las compañías reaccionarían. Pero no nos engañemos con una idea romántica, no lo hacen por el bien del planeta, sino por la caída en ventas y las pérdidas que les supondría. Es por esto que el consumidor tiene la llave de la revolución social que estamos esperando.
¿Por qué entonces esto no está pasando? Está pasando. Ya existe un número de personas que han tomado consciencia de este hecho y están tomando mejores decisiones de consumo. Pero va muy lento, y nos hace falta aumentar la masa crítica. Los medios de comunicación sirven los intereses de las grandes corporaciones. El marketing televisivo es muy agresivo. La publicidad es un mundo donde sólo interesa vender más, lo que sea, a cualquier precio. La mayoría de las personas están metidas en la rueda del consumo y ni siquiera lo saben. Son víctimas del sistema y ni siquiera se dan cuenta. Es por eso que las redes sociales están cada vez jugando un papel más importante en este asunto. Son una herramienta de divulgación con tremenda llegada, pero al mismo tiempo los humanos no estamos sabiendo aprovechar esta herramienta para un uso inteligente. La mayoría de consumidores de estas redes, sólo buscan entretenerse en lugar de cultivarse, así los vídeos y contenidos más vistos son los más intrascendentes. Miremos por donde miremos, al final siempre llegamos al mismo punto, nosotros somos los responsables de lo que sucede.
En las últimas revueltas en Cataluña me fijé en los vídeos de las noticias, que en muchísimos casos la gente salía a protestar a la calle con latas de cerveza y botellas de cerveza. La marca de estas botellas en muchísimos casos era Estrella Damm. Dudo mucho que esta marca de cerveza apoye los movimientos de independencia catalana, sin embargo, los manifestantes le estaban dando su dinero cada día a esta empresa que es contraria al pensamiento de las protestas. Esta es la incoherencia que nos lleva al desastre a todos los humanos.
Con este texto no pretendo señalar a nadie o hacerle culpable. Eso no sirve de nada. Pero sí que sea un llamamiento a la toma de consciencia, a la responsabilidad y a la acción consecuente. Hoy en día tenemos una oportunidad única en la historia de la humanidad. Como consumidores tenemos el poder de revertir la situación en poco tiempo. Pero lo cierto es que la crisis de valores que sufrimos es lo que va a determinar si dejo de pensar en mí mismo, y comienzo a tomar decisiones y acciones que beneficien a toda la sociedad y por ende a mí mismo. Si pretendemos que los gobiernos y las compañías solucionen los problemas para que nosotros podamos seguir la fiesta, el futuro de la humanidad es más negro que el sobaco de un grillo.
En mi humilde opinión, sería muy triste que la próxima gran extinción sea la humana. Pero parece que vamos irremediablemente a ese destino si es que cada uno de los que se da cuenta (y por lo que se ve en las manifestaciones hay muchos), no hace algo más que simplemente protestar. La acción más efectiva radica en el cambio de hábitos de consumo y para eso no hace falta romper nada, enfadarse o enfrentarse a la policía. Lo que es necesario es asumir responsabilidad y hacerlo. Invitados quedan por el bien de todos.
Bendiciones
Fer
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